-Bueno...¿Pero dónde?- me pregunté y pregunté disimuladamente al papel.
Al cabo de dudar unos instantes, quizá minutos, me decidí a seguir el papel, cruzamos pasos de cebra, volvimos esquinas, seguimos recto, hasta que llegamos a un callejón, al fondo había una disimulada puerta, que casi se confundía con la pared, el papel se paró delante, era la señal de que allí se había acabado el camino. Abrí la puerta y lo único que encontré fue una silla con cuerdas alrededor y una luz encendida.
No sé si todo había sido una broma, o si se habían enterado y la cambiaron de lugar, o simplemente el papel se había equivocado, pero lo que sí sé es que en el tiempo que no hice caso al papel hubiera podido salvar una vida.
Al cabo de dudar unos instantes, quizá minutos, me decidí a seguir el papel, cruzamos pasos de cebra, volvimos esquinas, seguimos recto, hasta que llegamos a un callejón, al fondo había una disimulada puerta, que casi se confundía con la pared, el papel se paró delante, era la señal de que allí se había acabado el camino. Abrí la puerta y lo único que encontré fue una silla con cuerdas alrededor y una luz encendida.
No sé si todo había sido una broma, o si se habían enterado y la cambiaron de lugar, o simplemente el papel se había equivocado, pero lo que sí sé es que en el tiempo que no hice caso al papel hubiera podido salvar una vida.
Mariona Canal- 2º A
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