Estaba yo en mi habitación, haciendo los deberes, cuando, de repente, escuché una voz, que yo nunca había escuchado. Bueno, vuelvo a lo mío, que es hacer los deberes, pero la vuelvo a escuchar, ésta vez no es sólo un “tic”, sino un “Eh, harías el favor de ponerme pilas de una vez”, miro hacia arriba y era mi reloj que me estaba mirando con cara de enfadado, muy enfadado; claro, hacía un mes que no le ponía pilas. Me levanté corriendo y lo cogí.
-¡Cógeme con más cuidado! ¡Qué pasa! ¿Qué quieres romperme una aguja o qué?
-Lo siento, perdón, ahora te buscaré pilas; le las pongo y todo vuelve a la normalidad, ¡Qué extraño! El reloj no se queja ni se mueve, pero vuelvo a escuchar un ti, ti, ti, ti: el despertador. Estaba durmiendo, había sido todo un sueño, pero el reloj del sueño estaba en la mesita junto al despertador con una aguja rota.
Tamara García 2º E.S.O
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