Era una mañana de domingo en la que suelo dormir bastante, pero ese domingo fue diferente,mi madre me despertó temprano, no sabía porqué, pero ella parecía algo asustada, me dijo que fuera a la cocina y yo obedecí. ¡Era alucinante, no había pared! Se veía toda la calle con sus coches y la gente que pasa por delante de nuestro piso, que eran unos bajos. Y con toda la emoción salí a al calle para ver si la gente podía ver también loq ue pasaba en nuestra cocina, pero no, fuera era todo normal, salvo que toda la gente me miraba y entré corriendo en casa, de tanta emoción que llevaba encima, había salido a la calle en pijama. Fueron pasando los días, y yo, cada tarde, mientras me comía mi merienda, podái ver loq ue pasaba en la calle, quién visitaba a mi vecina, quién pinchó las ruedas a un señor, el romance de dos de mis vecinos... y todos esos cotilleos que pasaban en el barrio. De eso, que fue hace mucho, han pasado un par de años y todavía tenemos la misma pared, pero ahora, como ya estamos acostumbrados, ya no nos importa tanto lo que pasa en el vecindario.
Mariona Canal 2º A 2006-2007
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