El primero que vi era un lobo que iba con un loro, le pregunté si sabía cómo llegar a casa de mi abuela, y me dijo:
-Pues claro que sí, subo en tu bisaire y te lo enseño.
Y yo, pues como no tenía ni idea, le dije que sí.
Fuimos charlando, cantando... era un lobo muy divertido. Su edad era como la de mi abuela, 94.
Cuando llegamos, enseguida reconocí a mi abuela, con su equipo de ir a correr, a punto para salir.
Primero no nos vio, pero, cuando grité su nombre, me reconoció. Le di el regalo que era la última moda en zapatillas voladoras, le gustaron muchísimo.
Entonces le presenté al lobo y, cuando se vieron, fue un flechazo a primera vista. Mi abuela nos invitó a los dos a un batido especial, era riquísimo.
En el bar había un montón de hombres, que eran el grupo de los cazadores, porque antes lo eran, pero ahora se habían vuelto pacifistas y saludaron al lobo como habrían saludado a otro cazador.
Desde aquel día, mi abuela y el lobo vivieron juntos en la casa que el lobo tiene en el bosque, en medio de la ciudad, y yo, cuando voy a pasear por allí, paso a verlos y a jugar a cartas.
Mi abuela y el lobo hicieron muchos cumpleaños juntos y el lobo se volvió del grupo de los cazadores.
Núria Plensa 2º E.S.O. 2010
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